Son las siete menos cuarto y suena el despertador. Ya hace más de dos horas que el padre ha ido a buscar el pan. Me despierto valiente, como siempre, para afrontar el día con mucho de entusiasmo. Son aproximadamente las siete y media y me encuentro a la estación, esperando el tren para ir al cole.
De repente, miro el móvil y veo que el padre me truca. Descuelgo y, de buen comienzo, su tono no es el de siempre. Lo noto preocupado. Mientras tanto, me dice que hay dos agentes de los Mossos en casa y que ahora te vendrán a buscar y, sobre todo, no te muevas. Antes de colgar, el padre me dice: ‘Adelante, mucha fuerza y estate tranquilo.’
El poder de la mente
No quiero que el miedo forme parte de mis genes. Todas estas cosas me vienen a la cabeza un golpe cuelgo al teléfono. Son las ocho menos cuarto y llegan dos agentes de los Mozos. Subo al coche. Son las ocho aproximadamente y ya estoy en comisaría, detenido y esposado. Me leen mis derechos y me registran.
Son las ocho y veinte y entro a la prisión. Miro a mi alrededor y veo paredes altas y frías, con olor de humedad y de injusticia. Me siento solo y empiezo a pensar, hoy más que nunca, en Oriol Jonqueras, en Jordi Cuixart, en Jordi Sánchez, Carme Forcadell, en Joaquim Forn, en Jordi Turull, en Josep Rull, en Raül Romeva, Dolors Balsa, los alcaldes encausados, los músicos encarcelados, en las personas como yo… Y pienso que ya justicia es arbitraria en este país.
Son las ocho y cuarto, aproximadamente, y me llaman para cogerme las huellas digitales y hacerme fotos. En este momento, sólo puedo pensar que esto es una película y que yo soy el protagonista. Después, vuelvo a la celda y allí me esperan unos minutos muchos largos, antes no llega el abogado.
Hay que sobreponerse a las adversidades
Son las nueve menos cuarto y me desplazan en una habitación muy sencilla; tres sillas y un ordenador. Aquí, con mi abogado, muy campechano por cierto, saco la primera sonrisa del día. Noto calor y esperanza; ya no estoy solo. Es las nueve y cuarto y decido de no declarar y hacerlo ante un juez. Me hacen cuatro preguntas más y… listo.
Salgo de la habitación y firmo unos documentos y me vuelven mis pertenencias. Al acabar, salgo con mi abogado y el agente de esta comisaría. He vivido enrejado también emocionalmente, y nos dirigimos hacia recepción, donde me esperan mis padres, mi pareja y mis suegros. Nos damos un abrazo muy fuerte, sincera y larga. Son las diez menos cuarto, aproximadamente, y salgo de comisaría. Afuera hay #los medios, pero nuestro objetivo se sencillo: ir hacia casa.
Subo al coche y abrazo el padre y pienso otro golpe en todos los momentos difíciles que tuvo él no hace muchos años y que, sobre todo, no tuvo nunca miedo.